Al llegar al aeropuerto muchas veces vacilé en regresar. Quería regresar con mis hijos.
Recuerdo que me retuvieron porque la foto de mi pasaporte y la cédula no se parecían y querían confirmarlo. Todo me parecía eterno y que jamás saldría del aeropuerto. Parecía que todo corría a cámara lenta y que ese día no terminaría.
Cuando ya estaba en el avión mi vida cambió, a pesar que aún lloraba en el baño por dejar a mis hijos.
La escases, el hambre y toda la mala situación del país quedó atrás. Había comida, jugos, refrescos, galletas y la buena atención con buenas cortesía pues me recordó a la Venezuela de antes.
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