ESPIGA
DORADA
Las luces del atardecer son matices entre colores entre amarillo y rojizo, enamoran a
cualquiera y apacigua hasta el más duro corazón.
El
llanto lastimero del alma rota palpita en el dolor, consumiéndose el pueblo a
raíz con su gente.
Lloró,
lloró y lloró hasta que su alma se purificó, entre ese atardecer brillante y el
renamiento del pueblo después del torrencial.
Las dos
almas sentadas en la orilla de la carretera frente a la casa de barro y al lado
del maizal de hermosas espigas.
Un trago
de agua ardiente para pasar el frío y un beso en los labios diciendo te amo mientras se deleita en el anochecer.
Escribe
Hogareña
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