LA POBREZA EN EL HOGAR DEL VENEZOLANO II

Un par de señores de tercera edad se monta en un microbús, uno como de setenta y seis años y la doña como sesenta y dos. Yo en el puesto de atrás. La doña le decía al don:

-          Vamos a bajarnos en éste supermercado haber si logramos de comprar un paquete de arroz

El don le respondió

-          No pudimos comprar nada allá que pasamos toda la mañana menos aquí… vamos a casa estoy cansado

-          No viejo, entonces, que vamos a comer ésta noche

-          Tengo hambre

Eran como las tres de la tarde y presumí que ni siquiera habían desayunado.

-          Aguanta viejo que vamos a llegar

No solo yo los miraba sino también los que se encontraban a los alrededores. Unas señoras atrás se preguntaban que en dónde se encontraban sus hijos y que porque dejaban que los par de ancianos transitaran en autobús.

-          Está bien vieja…

La doña sacó unos billetes en el fondo del sostén, los contó varias veces y se decía a sí misma “Dios has que podamos comprar”. El don la miraba con ternura y se pasaba la mano por la cabeza.

-          Viejo, aquí sí vamos a comprar ya verás.

-          Dios lo permita, Dios lo permita… estoy cansado…

-          Si tuviera algo más de dinero compraría arroz brasilero.

Ya en la esquina en dónde tenía que quedarme, pedí parada… me bajé con mis hijos y delante de mí los ancianos. El don con un bastón, y la doña como podía lo guiaba para atravesar la avenida. Los ayudé para que cruzaran y más adelante el comercio abarrotado de gente.

-          Creo que no vamos a comer esta noche –repetía el don

-          Claro que sí mijo, ya verás que sí vamos a comprar

Mucha aglomeración de gente en el supermercado, empujándose de un lado a otro sin piedad.

-          Ésta cola es peor que la otra… mejor nos vamos…

-          Vamos acercarnos, de repente alguien se apiade y nos deje pasar.

Los perdí de vista cuando trataban de hablar con un militar enfurecido.

 Escribe Hogareña