LA
CICATRIZ QUE ME ACOMPAÑA
El sol augura entre las
montañas que aún se engalana con la blanquecina neblina, puedo ver una figura
que se hace más y más grande, mientras el abuelo toma café en su taparita
preferida curada de tanto usarla, yo me acurruco junto a la puerta de madera
con mi tazón de avena cocida para apaciguar el frío y mi muñeca atravesada; la
pequeña figura que se hizo visible es el tío Nicolás que entra a la casita de
barro con un saco de verduras recogidas en el amanecer y un cuchillo cruzado en
la cintura que no deja que nos arrimemos a él.
El tío saca un pañuelo
descolorido del pantalón harapiento, se lo pasa por la frente, da un suspiro
profundo y le pide la bendición al abuelo, éste extiende la mano para que
también se la bese, se le puede ver un anillo plateado un poco manchado y los
dedos curtidos de callos. El tío le besa la mano para luego darle un caluroso
abrazo. Sin decir palabras, se regresa a donde está el saco para alcanzar
algunas verduras y colocarlas en un canarín oxidado puesto en el ventanal de la
cocina, toma el café con una sonrisa menuda en los labios, siempre está
sonriendo, nos toca las cabelleras tiernamente y se vuelve a terciar el saco y
se pierde en el camino.
La abuela tiene la olla en
el fogón con aroma a oréganos esparcidos por los alrededores, al ofrecerme en
ayudarla solo me dice “te puedes quemar muchachita, cuando crezca un poco más”.
Ella sigue enjuagando los platos en la ponchera con agua y limón. Me voy al
solar y allí están los carricitos de las casas vecinas esperándonos, salgo corriendo detrás de ellos y conmigo mi
hermano para montarnos en la mata de mango o en la de mamón.
En los ramajes nos comemos
los trozos de las dulces cañas de azúcar que la abuela había cortado; al
comerlas seguimos riendo y brincado, de repente las montañas, la casita y mi mundo
dieron tres giros y fui a parar al suelo, en un intento de dar la “vuelta
canela”. La cabeza rasgada con mucha sangre saliendo de mi cabellera y el
griterío sin consuelo. Tremenda cicatriz me acompaña día tras día para recordar
aquellos momentos fríos junto a los abuelos que me consintieron en toda la
semana.
DAILET
M. BUTTO R.
Gracias a "Letras con Arte" Editorial de España.