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martes, 2 de enero de 2018

EL 2018

El último día del 2017 la pasé en la cama, mirando la televisión junto a mis niños. La razón es que no hay nada que celebrar. Claro que traté de hacer una cena de fin de año decente:

1.- No hice mi tradicional cena que es pollo deshuesado y relleno, ni ensalada con manzanas, ni hallacas y mucho menos el pan de jamón.

2.- Por fin me regalaron cuatro hallacas y esa fue la que serví (yo no la pude hacer porque me faltaba la zanahoria, aceitunas y alcaparra, todo los ingredientes estaban incomprables).

3.- Había amasado la harina de trigo, porque tenía un poquito de jamón y queso en la nevera pero pensaba cómo quedaría el pan de jamón sin pasas y sin aceitunas. Pero como nunca falta Dios también me regalaron un pan de jamón así que dejé la masa para hacerle desayuno a mis niños.

4.- Tenía una papas desde noviembre (las había comprado para llevarla a la escuela de mi hijo menor para colaborar en una ensalada de gallina que se iba hacer para celebrar la navidad y que nunca se hizo porque ningún padre de los niños de la escuela tenía para colaborar). Pues, hice puré de papa.

5.- Por fin, el treinta de diciembre me pagaron un dinero y salí de prisa al mercado más cercano para comprar pasta para hacer un pasticho porque tenía medio kilo de carne molida en el congelador, y fue horrible porque las caras de la gente decían que no se podía comprar nada (había escases de productos y los que había tenían un costo muy elevado, a alguien le vi un pancito o un cuarto kilo de queso). De mi parte iba a comprar la pasta y no la conseguí en ningún lado, porque hasta los comercio de los chinos estaban vacíos, desde el 25 de diciembre la gente están tratando de saquearlos. Lo cierto es que compré tres tomates bien maduros para hacer la salsa de tomate, tres plátanos maduros, un pedacito que queso duro y allí se fueron casi trescientos mil bolívares. Y como no quería seguir caminando porque me deprimía el silencio peligroso de la gente me regresé a la casa (era un silencio de hambre y desesperanza)

6. Hice el pasticho con una capa de pastilla de pasticho (que tenía más de un año) y otra capa de plátano y otra de pastilla (porque eran siete láminas) y otra de plátano. Y así como si nada quedó el pasticho improvisado.

7.- Buscamos tres limones de la mata del vecino y eso fue la bebida.

8.- El postre una gelatina que tenía reservada desde hace más de seis meses (y que todavía me queda para el cumple de mi hijo menor); la torta la hice con mantequilla y el azúcar que guardé desde el último clap que recibí desde octubre (la tenía reservada para ésta ocasión), los huevos sí los había comprado a principio del mes de diciembre. Una torta burrera fue lo que salió,  no conseguí chocolate aunque no me entusiasmaba buscarlo porque sabía que si lo encontraba no lo podía comprar por el precio y mucho menos las frutas secas que se le agrega para hacer la torta negra.

9.- En la noche me vestí con la misma ropa de siempre, dimos gracias a Dios por la comida, cené con mis hijos y luego me acosté. No había nada que celebrar. Sí escuché fuego artificiales pero solamente al momento de ser las doce y después nada. Una música a lo lejos y las risas de los vecinos.

10. Como resignación me dije: lo más importante es la salud y que mis hijos tienen la comida asegurada para mañana. Porque se que muchas familias no tienen nada y porque al salir a comprar al mercado me deprimió la gente. En ese momento desee tener una varita mágica, de esas que deseamos para hacer aparecer algo y esta vez sería comida para los venezolanos.

11.- Antes decíamos "los niños desnutridos de África" pero ahora los vemos en cada esquina de nuestras calles. Se me parte el alma y lo peor es que no puedo hacer nada, pues, estoy en la misma lucha.

12.- El 2018 será aún peor que el 2017, esa es mi conclusión. Y no hay que ser político, economista o tener un doctorado para saber lo que viene para éste año.



Escribe Hogareña

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