Entre las enredaderas y matorrales cruzamos el riachuelo para que don César no nos delate, llegamos a los arenales llenos de palmeras y que solo Mario puede montar el alto tallo cargado de cocos grandes, nos tira los cocos y al abrirle un huequito por la punta del fruto tomamos el agua, pero Janny raspa la dulce lonja hasta atestarlo. Después llegamos a casa de puntillas, deseando que mamá no nos reprenda pero la mugre de la ropa nos descubre de inmediato. Y no puedo escuchar las habladurías de mi madre, es el ruido del tren que resuena en mis oídos para volver ser feliz.
miércoles, 7 de septiembre de 2016
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