EN TUS OJOS GRISES

Salí por el corredor brincando en el ritmo de la música infantil que salía de mis labios, para no pisar los dibujitos rectángulados de las lozas como de costumbre y así llegar a la casita de muñeca. Se batían sobre mis hombros las dos clinejas que con esmero mi madre se afana cada mañana antes de dedicarle largos ratos a los cuidados de las matas. Me senté en la arena  con el mismo entusiasmo de Marieta, siempre con su vestidito blanco de puntitos rojos, y faralao en los borde, de ondulada pelambre amarilla con un tremendo lazo rosado por cada lado, es cuando me recuerda que alguna vez envidié tener una muñeca negra de trapo que la abuela le hacía María y que por aprensión a mi desprecio porque según ella mi padre me obsequiaba muchas hermosas muñequitas rubias, jamás quiso hacerme una y yo por dentro me moría de ganas de tenerla entre mis brazos, con las mismas clinejas que luzco, con tanta elegancia a los que llegan a casa, peor aún,  nunca pude decirle que deseaba esas muñeca más que nadie, más que María que jamás supo apreciar sus regalos y rápidamente las olvidabas. Después de coser el último punto, orgullosa, ansiosa,  cariñosamente la abuela se las entregaba cansada por tan trabajo minucioso, enseguida María las dejaba en un rincón, bajo las cajas corroídas por las cucarachas, era cuando yo las sacaba para jugar a escondida de la mirada de mi prima y de la mismísima abuela, le trincaba las trencitas a tan bellas muñequitas, con lazos y tiras de retazos de telas que le sobraban de los recortes de costura, bajo el sillón de la abuela.

Acomodo a Marieta sobre la sillita y la ajusto a la mesita, le ofrezco una tacita de té, al igual que a fresita, la tortuguita piquito y la ranita pepe, luego brinca sobre mí caramelo, lamiéndome de pies a cabeza con su lengua pegajosa, sin contenerme suelto la risa de felicidad, se echa a mi lado esperando mis caricias, moviendo su colita blanca hasta quedarse dormido.

De repente se asoma como si nada en la puerta del frente de par a par,  el presuntuoso hombrecito con sus bigotes largos y barba ondulada, saca el peine  del bolsillo del pantalón, se lo pasa por la cabellera blanca y su mirada se disipa en el cielo azulado y en las algarabías de algunos pájaros que pasan cercas, guarda el peine, se acomoda la guayabera, estira los brazos acoplados al compás y camina despacito por el verdoso jardín con la suavidad de la brisa fresca del atardecer. En su ambición de hombre afortunado por haber viajado por el mundo entero, presume de la suerte hablando con una ese de finura en cada palabra que sale de su boca, sin dejar ser antagónico en la postura del erguido cuerpo de un hombre sabio.

     −¡Oyes… mijas levántates dels suelos, pores favores!

Y yo en mi ingenuidad de la obediencia contesto:

     −Sí, señor

     −Pues levantates, estoys esperandos…

Mueve continuamente el arrugado rostro, siempre que desea escuchar al que está a su lado, sobre todo tratándose de mí,  en su murmuro constante dice que le hago perder la paciencia y se malhumora si me atraso en la búsqueda de sus lentes en aquel escaparate lleno de papeles amarillentos. La lentitud de las manos pecosas delatan la experiencia en el quehacer de la vida, optimista el aventurero aprovecha la bondadosa oportunidad a cuesta cansado por el trabajo agotador acumulado por el día a día, se coloca aquellos vidrios haciendo lejos el misterio escondido en esos ojos transparentes perdidos en el transcurso del tiempo, se regocija en la calidez de la satisfacción de haber logrado la misión en este mundo. Se recuesta en la mecedora de mamá, siempre sonriente al lado de las orquídeas que trajo de Canaima, colgadas en macetas y pedazos de troncos podridos, y como si ellas les hablaran pone atención en los pétalos morados rayados por el dorado resplandeciente que sale del pintoresco blanco y el umbral del tallo verde. Me levanto con cuidado para no despertar a caramelo pero este abre los ojos, alza la trompa y ve alejarme entre los enormes helechos del horcón de la esquina, y el desgastado hombre  ríe con engreimiento y dice:

     −Miras yas tus sabes multiplicares

Siempre me hace la misma pregunta cada día, cada hora y las veces que paso por su lado, sí sé multiplicar, leer, escribir o que si se deletrear mantequilla,  y siempre le contesto con incomodidad:

     −Sí, señor.

     −Buenos mijas dígames, cuantos es tres pores cuatros.

     −Es… doce.

     −Estas muys biens muchachas, ahoras tienes ques aprenderes dividires.

     −Así lo haré, señor.   

La alegría vuelve a notarse por encima de la ropa desteñida y creo que en las noches cuando el silencio reina en la casa, él agradece a Dios por el día, pensando haber ganado una batalla más, pero no es así, después que llega la noche se sienta triste pensando si habrá un mañana con el mismo afán de hoy, la tristeza vuelve al rostro cansado y se acuesta en el chinchorro perdido en el techo, en las ventanas abiertas y en los pocos recuerdos que le quedan de la niñez.

Mientras tanto se siente fuerte en aquel cuerpo poco útil, se duerme en el sillón y es cuando se hace sentir en el ronquido agudo profetizando languidez que roba a escondida el entusiasmo. Recojo las muñecas y vuelvo al corredor donde mamá está escogiendo frijoles. Me pongo a su lado y juego con Marieta, pero ella en su tierna sonrisa lleva con delicadeza el dedo índice a los labios y en voz baja dice: “silencio mi amor, lo vas a despertar”, así que la obedezco, y como es imposible mantener el silencio vuelvo a jugar, olvidándome que el abuelo está entumecido.

Después de unas horas, él se levanta cansado de la soledad, dispuesto a contar las mismas historias que alguna vez vivió, como aquella vez cuando le dio la vuelta al mundo nadando por los mares o cuando fue a la luna en una nave de lata y trajo consigo un pedacito de estrella de regreso, pero la que más le gusta contar es cuando se enamoró de la bella sirena de larga cabellera y cuerpo de pez,  pues, se casaron en el fondo del mar, y yo me hipnotizo escuchando detenidamente cada palabra que sale de su boca imaginándome cada detalle que narra hasta percátame de la hilera de saliva por mi vestido.

Los sábados se va a la casa del vecino junto a sus viejos amigos y,  entre risas y partidos de dominó, extasiado de alegría que revolotea sobre su rostro vuelve a ser como antes, cuando era joven, como aquella vez que armó el papagayo más grande que el sol y lo echó a volar por varios días y noches, hasta que decidió soltarlo en las montañas y acompañado de esos mismos amigos, lo vieron perderse en el espacio.

Cada mañana se levanta silbando, cuelga el paño en la lavandería y a pesar de los miles de baños que se eche siempre tiene el mismo olor antes del baño, guarda el cepillo en la caja arrinconada, al lado de las herramientas del conuco, se mira al espejo muy de cerca y espera en la cocina la primera taza de café. También yo espero un no sé qué, con el uniforme bien limpio, camisa blanca,  falda azul marino y unas medias que me llegan hasta las rodillas, desde luego, que él me ensaña algunos trucos con la moneda, escondiéndola en la manga de la camisa, preguntándome todavía cómo hace para desaparecerla, permitiéndose hacer el esfuerzo de crear el mejor recuerdo de mi niñez.

El creerse letrado lo lleva agarrar el periódico del día, lo abre con sutileza y lo lee empezando de atrás hacia adelante, ojeando página por página con la lentitud de la ironía de sacarle provecho a los artículos, luego me pregunta:

     −¿Tes encuentras biens mijas?

Y yo le contesto otra vez:

     −Sí, señor, estoy bien…

Mira el reloj con frecuencia para llegar puntual a la vieja casa y yo no dejo de observar sus pasos lentos hasta perderlo de vista, mi corazón deja de latir fuerte y el brillo de mi cuerpo desaparece, agarro a Marieta la meto en el bolso y mi madre me toma de la mano para llevarme a la escuela.

En la estantería del comedor reposa el lienzo de un hombre joven de ojos hondos y contextura delgada, con un traje verde, varias estrellas, tirones rojos y  el nombre de José Alcalá en el pecho del  lado izquierdo, y más allá una foto enmarcada, una linda mujer de vestido largo abombado de encajes de flores amarillas y tejidos entrelazados de distintas capas blancas de seda, de brazos con un caballero en esmoquin azul marino adornado con  un broche de perla en la corbata y supongo que es la abuela y el abuelo. En mi curiosidad de registrar el cajón resguardado al lado de su cama en busca de un juguete interesante, se halla una piedra brillante que está en el fondo y llego a creer que de verdad estuvo en la luna, y mi corazón vuelve a latir fuerte haciendo imposible agarrar el objeto.

En las tardes salimos con caramelo y Marieta, recorremos la placita mientras saboreo los deliciosos chocolates que salen por arte de magia de su bolsillo. Él me mira saltar de aquí para  allá, perdiéndose en los enormes árboles de los recuerdos, hasta verle recorrer las gruesas lágrimas de sus ojos adormecidos que hacen que lo abrace hasta verlo sonreír otra vez, llevándonos a través de los sublimes recuerdos de mi manito  entrelazada con la de papá, llegaba a la casa de los abuelos, emocionada esperando el tierno cariño que ellos me brindaban felizmente, como siempre el abuelo sentado bajo la mata de naranja con el bastón recostado en la pared, nos recibía en la desbordada alegría de los ojitos risueños brillantes comprometiéndome besarle la mano después de haberle pedido la bendición. A lo lejos veía la abuela trajinando entre aliños y el salero sazonando el guiso, nos recibía con su sonrisa risueña alegrando las paredes rígidas y las bellas trinitarias del pasillo. Lo mejor de estar en casa de la abuela eran aquellos momentos moneando en la mata de puma rosa y el guayabal que solamente bajaba cuando el sol se ocultaba entre el boscaje.

Desde que la abuela se fue a no sé dónde todo ha cambiado, incluso el abuelo, desde hace varias semanas se mudó al lado de mi cuarto y en la simplicidad perturbadora, se perdió la inocencia en el dolor desgarrador abrazándolo sin consuelo,  a la casita se le desmoronó  el color que corre por los alrededores sin dirección, las cayenas se confundieron con las enredaderas marchitando las hermosas flores rojas, el áspero piso anhela las huellas que una vez sintió el cariño de los pasos refinados de la delicada caminata de la abuela y los muebles se hunden entre el comején y el polvo. El abuelo como siempre esperanzado que otra vez todo será igual como antes, se acobija en los buena memoria que poco a poco pierden la elocuencia de las vivencias.

     −Asís nos mijas, vens as aquís paras enseñartes…

     −Está bien abuelito.

En sus ojos grises, veo reflejado la armonía que deja plasmado la vehemencia del verdadero amor entre el espíritu, la naturaleza y la vida misma. Lo miro, lo miro, lo miro y no dejo de mirarlo, sus temblorosas manos para desatar el lazo de Marieta, la menuda sonrisa de sus labios, resignado por el venidero futuro y convencido de la sabiduría adquirida a través de los años, es merecedor de lo mejor del mundo, así es el abuelo, lo tengo presente, es mi héroe, mi consentido, mi amigo.

Escribe Hogareña

MÁS O MENOS BIEN

Mientras sacudo el polvo de los adornos de la repisa con el pañito húmedo casi negruzco, me disipo en la soledad que me atosiga en cada muñequito que cambio de lugar, pienso en cualquier hombre que camina por la avenida principal y se pierde en el gentío cuando llega a la redoma y cruza a la derecha, en la mujer engalanada con aquellos zapatos de tacones puntiagudos estimulada por el coqueteo cuando siente que la observan con admiración, en el niño que llora en brazos de su madre esperando el cariño, en las cientos de mariposas que revolotean en las flores silvestres en medio de algún sendero del campo, en la magia de las estrellas con su singular luminosidad titilante cuando cae el anochecer, en la brisa que golpea en los ramales que cuelgan en cualquier riachuelo y todo aquello que se me viene a la mente sin poder detener todo ese misterio de la vida, y es exactamente allí cuando mi corazón comienza a latir más y más fuerte, las ideas llegan unas tras otras y la locura se apodera de mí. Sin mediar agarro un lápiz, más atrás varias hojas sueltas y mi mano ansiosa vuela en la imaginación acompañada de la fuerza exorbitante de la cascada del Niágara, de algún rincón curioso de la comunidad Luba de África, de la genialidad intelectual y días de  trabajo arduo para mantener en pie la torre Eiffel en Europa, en las bondades de las cordilleras del Himalaya en Asia, en las ciudades abandonadas en Jerusalén, en el bravío río Orinoco en mi propia ciudad, y jamás termino de pensar, pensar, pensar y escribir, escribir hasta sentirme a gusto.

Se me olvida respetar los márgenes cuando se trata de escribir alguna idea, solo se me viene la creatividad, los hormigueos en las manos para sostener el lápiz y donde caiga el creyón allí empiezo ni son ni ton, algunas palabras corridas y otras imprentas, algunos puntos extraviados por aquí, unos guiones equivocados por allá, un asterisco de más, quizás una señal o una nota por un lado, pero cuando es necesario hacer alguna corrección allí está la mirada directa dispuesta a cambiar alguna oración.

Después de la invasión de ideas viene la calma, y le doy importancia a la elegancia de los márgenes, los puntos, los signos, las letras moldeadas y el buen escrito, y si alguna palabra no me gusta la cambio de inmediato, vuelvo a sonreír y puedo seguir mis tareas.

Esto me recuerda que en la cotidianidad de los días se vuelven reglas que cumplir, asignación en el transcurso de los días que se convierten en semanas, meses y años, y nos volvemos desquiciados si algo se sale de control, opacando la alegría y el significado del por qué estamos aquí. Puede ser algo inesperado, un evento familiar, un nuevo miembro a la familia, un viaje para cualquier lugar, las tradiciones de los años, alguna tragedia, lo que sea, y todo nuestro mundo se pone de cabeza sin ninguna dirección clara, cargada de muchas emociones.

Pero luego, siempre llega el tan necesario equilibrio acompañado de la costumbre, volvemos a la tan anhelada rutina cuidando los límites que nosotros mismos establecimos y las obligaciones que es necesario cumplir como el margen del papel, el punto, la coma, el acento, la punta afilada del lápiz y la hoja impecable, un gran libro a un lado y el diccionario del otro y no puede faltar el café recién colado que saboreamos con el gusto de leer un buen escrito.

Y cuando vuelvo a la realidad, estoy colmada de hojas por doquier y el piso bien pulido, orgullosa de haber calmado la adrenalina que se apacigua a la par de mí caminar por las esquinas de la casa.

Escribe Hogareña

BLA, BLA, BLA, BLA

Que la mujer más sexy del mundo fue y sigue siendo la ícono Marilyn Monroe… dentro de pocos años China será la potencia mundial… todas las veces que se realice la subasta del dólar sube el precio… en nuestro país se vive mejor que en Orlando aún asumiendo todas las dificultades que estamos viviendo… las personas de raza oscura “sin discriminación” tienden a sufrir de lupus con más frecuencia que las de raza blanca… que en tal empresa se gana mejor salario que la otra… los millonarios del país son los chivos del gobierno… que la fulana de tal baila como el cisne del lago azul… que si tú, que si yo, que si él o ella y bla, bla, bla, bla… se vuelven las conversaciones incesantes de aquellos quienes de alguna forma pretenden ser el sabelotodo donde quiera que se pare, es de la personas que de alguna forma quieren hacerse notar, de los que no aprendieron ser prudente y llevan la humildad en las suelas de los zapatos.

Al principio de cualquier conversación se vuelven el interesante del grupo o mejor dicho el genio, y ese es su punto de la debilidad, le gusta que los demás lo admiren, lo elogien y lo veneren, pero entre tantas interrupciones en cada coloquio y el intelecto a flote sin disimulo de aquel presumido, aburre a los que tienen al lado, más bien provoca decirle –Oye tú… bueno ya sabes…. Me das flojera…. ya sé que eres un sabiondo pero cállate por favor, también queremos decir algo, −o mejor le decimos –Que tal hermano, donde aprendiste tantas cosas, me alegro por ti, pero cuando quiera tu opinión yo te la pido… −y si le decimos mirándolo fijamente a los ojos −eso, ya lo sabemos… no somos tan quedao, −o decimos solamente tres palabras –no nos interesa−, sin embargo, nos quedamos callados en la prudencia que nos caracteriza meditando si le damos una patada o nos damos la vuelta y dejamos el pelero, mientras que el “guaca” por así decirle, en su vanidad sigue bla, bla, bla, bla… y nosotros −¡ajá!, ¡está bien!, ¡qué bueno!, ¡verdad!, ¡en serio!, ¡adiós!, y todo aquello que se nos ocurra decirle para salir del paso. Al pasar los días cuando lo vemos venir como pavo real en el coqueteo de la faramallería disimuladamente le damos la espalda en la elegancia de la decencia sin querer menospreciar.

Sé muy poco de Marilyn Monroe, nunca he ido a Orlando, no conozco a nadie con lupus, apenas si puedo levantar mi voz para hacerme conocer, pero sí conozco a muchos que quiere ser más sabios que los propios sabios y muchos sabios que se quedan callados escuchando las palabrerías de otros.

Escribe Hogareña

DESDE EL PRINCIPIO

Me acerqué muy despacio sin perderla de vista, agarré el lápiz y un pedazo de papel, la pobre sudaba como puerco y me aproveché de sus manos tambaleantes para reírme a carcajadas provocando la malicia de querer que pasara el ridículo, un trago amargo o tal vez hacerle saber quien tiene el control de la situación, así que inmediatamente dije lo primero que se vino en la mente:

−¿A qué hora salen?

Y ella me miró con esos ojitos de conejita asustada y contestó:

−A las dos y cuarenta y cinco.

−¡Qué cosa!

Y sin estar de acuerdo entre ella y sus labios quebrantados volvió a decir con palabras entre cortadas:

−A las dos y cuarenta y cinco.

Comprobé que no estaba equivocada, y sintiendo el poderío venir sobre mí, mi piel se enorgulleció, mis cabellos estaban confiados, mis pies presumían de la gloria y pensé muchas veces jugarle una broma, pero recordé que una vez también estuve en sus zapatos y no fue tan agradable tal encuentro, así que dejé el lápiz en el mismo lugar, escondí el papel y me tercié el bolso, luego, me acomodé el cinturón y salí de prisa para evitar decirle que la pura verdad no sabe nada y le falta mucho tropiezos para aprender, además quien soy yo para arruinar el ciclo de la vida, porque aún, si le digo algunas cosas jamás lo creería, hasta que los errores le enseñe quien tiene la razón.

Escribe Hogareña

EN UN INSTANTE

Todo pasa en un instante, en una milésima de segundo la vida de alguien queda atrás en cuestión de un sonar de dedos, lo que tanto se ansiaba, el deseo, el desespero, la espera,  las ganas de que llegue el momento y en un instante, ya solo es un recuerdo, ese recuerdo que se queda grabado en los pensamientos para toda la existencia.

El futuro que seconvierte en presente para terminar en el pasado que nunca volverá, en elinstante que se tiene que vivir como nunca, en el instante que puede ser lavictoria o el arribo de la derrota, solo Dios sabe, pero hay que vivirlo.

Lo podemos ver en  la piel que se desgasta de a poquito, está allí envejecida y muestra las huellas que hemos vivido, no se puede esconder ni maquillar, porque siempre delatará lo que verdaderamente somos, lo que hemos transitado, más sabios o menos cultos, siempre pasa un instante.
Como esconderse o pasar de largo sin ser percibido, escaparse del tiempo, jamás se podría por más que quisiera, más bien, deleitarse con intensidad, con alegría o con la tristeza a cuesta,  pero hay que vivirla como nunca, de ella quedaran el significado por este mundo, de lo que seremos, de los que vienen detrás de nosotros, esa herencia que recibimos de los que ya han vivido el instante, sea como sea, el concierto de un gran artista, la novela leída, la fama obtenida, mantener todo en orden, el estrechar de manos para obtener el título, horas y horas de trabajo arduo, el abrazo de la familia en el año nuevo, el caminar por el parque, el besar a quien se desea, el reír al lado de buen un amigo, gozar de un baile, ver una película, querer estar solo… o al contrario, cruzar la avenida nervioso, llorar por la pedida de un ser querido, sentir que el corazón de pone chiquitico cuando no vemos salida de un problema, la despedida de un buen amigo, ir al cementerio, ser humillado o fracasar en un proyecto… y ese instante está allí acompañándonos sin remedio ni calmante, pero hay que vivirla lo mejor que pueda.

Es como montarse en una montaña rusa, en subidas, bajadas, curvas y rectas, todo pasa en un instante, todo queda en los recuerdos, solo tuyos, de nadie más, ningún ladrón te lo puede robar, luego, la muerte y ese instante se desaparece, pero como apartarla a un lado, jamás lo haría, aunque ninguno en el mundo la recuerden.

Los buenos o malos ratos vienen y van, el nacer o el morir queda atrás, la felicidad o el  dolor marca un nuevo comienzo, las sonrisas o las lágrimas lo borra todo, el amor o el odio muestra un camino, el reparar o el desgarre de un corazón herido depende de nosotros, el risueño o melancólico rostro da mucho que decir de ti y de mi, y el espíritu se va, el alma se esconde y el cuerpo se desvanece como se desvanece las cenizas, sin medida, sin sabor, en el pasado, solo quedará las enseñanzas que guardaremos con delicadeza como si fuera una copa de cristal y quizás nadie recordará después de un tiempo porque el artista de nuestro propio instante quedó en el olvido.

Escribe Hogareña

METÍA E´ PATA

Lo que más cuido es cometer algún error ortográfico y la coherencia de lo que se quiere transmitir, la piel se me pone de gallina al darme cuenta del “horror” cometido en un escrito que podría ser bellísimo, es por eso, que lo más importante para el quien escribe es tener a mano un libro de gramática, no una gran cosa sino con un librito pequeño basta para consultar, un diccionario que pueda despejar cualquier duda que tengamos, yo tengo una edición del 2009 ya desgastado. Sin embargo, se escapa de nuestras manos una gran “metía e´ pata” sin darnos cuenta, perdiendo el léxico, la elegancia y todo aquello que con esfuerzo nos ha costado conseguir. Yo soy una de esas que mete la pata a cada rato, es por eso que cuando escribo dejo pasar dos días y vuelvo a leer para corregir.

Pero somos seres humanos y tenemos derechos a equivocarnos una y otra vez hasta conseguir la perfección, y si estamos al otro lado del espejo, quienes somos para juzgar a alguien que meta la pata, aún teniendo un doctorado en la mejor universidad del país o todo el dinero del mundo.

Lo recomendable cuando metemos la pata hasta el fondo y no tengamos remedio para corregir lo irreparable, es alzar la frente bien el alto y seguir la función, así como lo hace nuestro presidente al salir airoso a pesar de las miles de críticas y burlas las veces que sale en cadena nacional, que por cierto, no se le puede negar que cada día está mejorando su léxico y elocuencia en su discurso.

Otro ejemplo sería Leonardo Padrón a quien admiro muchísimo por su carisma natural y devoción por la escritura, cuando leí el periódico su artículo mientras le dictaba a mi hijo menor un pequeño cuento de aventura, y sin miramiento el hombre se llevó consigo las ochos servilletas del restaurante, saliendo ileso y sin un poco de vergüenza escribiéndolo como si fuera una hazaña valiéndose de la escasez que vivimos cada día, y a pesar de la inseguridad que se está viviendo en nuestro país se da permiso disfrutar la buena música y codearse con los amigos en la noche, pero quien somos para juzgar.

Recuerdo también aquel día, cuando afanosa planchaba las camisas de mi esposo  me asombró el regreso de Maite Delgado a un canal de televisión bien conocido, después de las incontables murmuraciones, confusión entre la gente y continuos comentarios destructivos,  y ella como siempre de muy cosmopolita con la frente más alto que mismísimo Salto Ángel se pasea alardeando, me la imagino paseándose por los pasillos del canal como toda una diva.

Ni hablar de las risas extravagantes de Marieta Santana, que a todas sus anchas se ríe sin estridencia en aquel programa de radio y es imposible seguir barriendo la casa sin reírme y alegrarme el día, lo que más me gusta es su espontaneidad y porque no deja de ser ella misma, aún sabiendo que su risa exagerada a veces incomoda alguno.

O en las tardes cuando me dispongo saber por medio del noticiero, de aquello de lo que sucede en el mundo, me deleito en las palabras enriquecedora del periodista Camilito, su buen vocabulario me obliga anotar las palabras nuevas que sale de sus labios, pero a veces se le escapa los buenos modales para después tratar de acomodar lo dicho.

¡Y quien no ha metio la pata! La experiencia me ha demostrado que salir con la frente bien en alto después de haber tropezado es fantástico, nos hace más fuerte y nos empuja a seguir educándonos. 

Escribe Hogareña

AMISTAD

Emociones encontradas,deseosa para que este momento llegara y ya llegó, es ahora, lo estoy viviendo…pasé toda la noche sin poder dormir, el día sin conciliar la paz, las veces quetraté en no pensar y pensar, volvían una ventana, otra ventana y otra más y porfin el Blogger, y aquí estoy como niño comiendo caramelos… de todo corazón comomuchacha que besa por primera vez, les doy la “BIENVENIDA”, espero que lesguste y hago reverencia a mis nuevos amigos… “BESOS”