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Salí por el corredor
brincando en el ritmo de la música infantil que salía de mis labios, para no
pisar los dibujitos rectángulados de las lozas como de costumbre y así llegar a
la casita de muñeca. Se batían sobre mis hombros las dos clinejas que con
esmero mi madre se afana cada mañana antes de dedicarle largos ratos a los
cuidados de las matas. Me senté en la arena
con el mismo entusiasmo de Marieta, siempre con su vestidito blanco de
puntitos rojos, y faralao en los borde, de ondulada pelambre amarilla con un
tremendo lazo rosado por cada lado, es cuando me recuerda que alguna vez
envidié tener una muñeca negra de trapo que la abuela le hacía María y que por
aprensión a mi desprecio porque según ella mi padre me obsequiaba muchas
hermosas muñequitas rubias, jamás quiso hacerme una y yo por dentro me moría de
ganas de tenerla entre mis brazos, con las mismas clinejas que luzco, con tanta
elegancia a los que llegan a casa, peor aún,
nunca pude decirle que deseaba esas muñeca más que nadie, más que María
que jamás supo apreciar sus regalos y rápidamente las olvidabas. Después de
coser el último punto, orgullosa, ansiosa,
cariñosamente la abuela se las entregaba cansada por tan trabajo
minucioso, enseguida María las dejaba en un rincón, bajo las cajas corroídas
por las cucarachas, era cuando yo las sacaba para jugar a escondida de la mirada
de mi prima y de la mismísima abuela, le trincaba las trencitas a tan bellas
muñequitas, con lazos y tiras de retazos de telas que le sobraban de los
recortes de costura, bajo el sillón de la abuela.
Mueve continuamente el
arrugado rostro, siempre que desea escuchar al que está a su lado, sobre todo
tratándose de mí, en su murmuro
constante dice que le hago perder la paciencia y se malhumora si me atraso en
la búsqueda de sus lentes en aquel escaparate lleno de papeles amarillentos. La
lentitud de las manos pecosas delatan la experiencia en el quehacer de la vida,
optimista el aventurero aprovecha la bondadosa oportunidad a cuesta cansado por
el trabajo agotador acumulado por el día a día, se coloca aquellos vidrios haciendo
lejos el misterio escondido en esos ojos transparentes perdidos en el
transcurso del tiempo, se regocija en la calidez de la satisfacción de haber
logrado la misión en este mundo. Se recuesta en la mecedora de mamá, siempre
sonriente al lado de las orquídeas que trajo de Canaima, colgadas en macetas y
pedazos de troncos podridos, y como si ellas les hablaran pone atención en los
pétalos morados rayados por el dorado resplandeciente que sale del pintoresco
blanco y el umbral del tallo verde. Me levanto con cuidado para no despertar a
caramelo pero este abre los ojos, alza la trompa y ve alejarme entre los
enormes helechos del horcón de la esquina, y el desgastado hombre ríe con engreimiento y dice:
Cada mañana se levanta
silbando, cuelga el paño en la lavandería y a pesar de los miles de baños que
se eche siempre tiene el mismo olor antes del baño, guarda el cepillo en la
caja arrinconada, al lado de las herramientas del conuco, se mira al espejo muy
de cerca y espera en la cocina la primera taza de café. También yo espero un no
sé qué, con el uniforme bien limpio, camisa blanca, falda azul marino y unas medias que me llegan
hasta las rodillas, desde luego, que él me ensaña algunos trucos con la moneda,
escondiéndola en la manga de la camisa, preguntándome todavía cómo hace para desaparecerla,
permitiéndose hacer el esfuerzo de crear el mejor recuerdo de mi niñez.
En sus ojos grises, veo
reflejado la armonía que deja plasmado la vehemencia del verdadero amor entre
el espíritu, la naturaleza y la vida misma. Lo miro, lo miro, lo miro y no dejo
de mirarlo, sus temblorosas manos para desatar el lazo de Marieta, la menuda
sonrisa de sus labios, resignado por el venidero futuro y convencido de la
sabiduría adquirida a través de los años, es merecedor de lo mejor del mundo,
así es el abuelo, lo tengo presente, es mi héroe, mi consentido, mi amigo.
Mientras sacudo el
polvo de los adornos de la repisa con el pañito húmedo casi negruzco, me disipo
en la soledad que me atosiga en cada muñequito que cambio de lugar, pienso en
cualquier hombre que camina por la avenida principal y se pierde en el gentío
cuando llega a la redoma y cruza a la derecha, en la mujer engalanada con
aquellos zapatos de tacones puntiagudos estimulada por el coqueteo cuando
siente que la observan con admiración, en el niño que llora en brazos de su
madre esperando el cariño, en las cientos de mariposas que revolotean en las
flores silvestres en medio de algún sendero del campo, en la magia de las
estrellas con su singular luminosidad titilante cuando cae el anochecer, en la
brisa que golpea en los ramales que cuelgan en cualquier riachuelo y todo
aquello que se me viene a la mente sin poder detener todo ese misterio de la
vida, y es exactamente allí cuando mi corazón comienza a latir más y más
fuerte, las ideas llegan unas tras otras y la locura se apodera de mí. Sin
mediar agarro un lápiz, más atrás varias hojas sueltas y mi mano ansiosa vuela
en la imaginación acompañada de la fuerza exorbitante de la cascada del Niágara,
de algún rincón curioso de la comunidad Luba de África, de la genialidad
intelectual y días de trabajo arduo para
mantener en pie la torre Eiffel en Europa, en las bondades de las cordilleras del
Himalaya en Asia, en las ciudades abandonadas en Jerusalén, en el bravío río
Orinoco en mi propia ciudad, y jamás termino de pensar, pensar, pensar y
escribir, escribir hasta sentirme a gusto.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuBVJhXED-Ff0E0rOJy46atUkPTzTmPyClnbc6mAif-71cHvn4KOsJbkEQ0EwLtx0ltXSagum1ElXRXw6MjqWxQL-91oxmGxTxTL7J3k0b1luOjqCRJjsOBDvbo3U8K_y2Ssoi9LvH0VGd/s320-rw/DCP_0022.JPG)
Esto me recuerda que en
la cotidianidad de los días se vuelven reglas que cumplir, asignación en el
transcurso de los días que se convierten en semanas, meses y años, y nos
volvemos desquiciados si algo se sale de control, opacando la alegría y el
significado del por qué estamos aquí. Puede ser algo inesperado, un evento
familiar, un nuevo miembro a la familia, un viaje para cualquier lugar, las
tradiciones de los años, alguna tragedia, lo que sea, y todo nuestro mundo se
pone de cabeza sin ninguna dirección clara, cargada de muchas emociones.