¡SERÁ QUE NOS ACOSTUMBRAMOS!
Será que los venezolanos, los que vivimos todavía en el país, luchando cada día para dar un paso por conseguir la comida y las medicinas, para que no nos roben, para trabajar y conseguir algo de dinero... nos acostumbramos a vivir de esta manera.
A pesar de toda esta calamidad, podemos mirar los rostros de la gente y se le ve tranquila, trabajando en su lucha constante e interior, en secreto, en su hogar con sus familiares; y yo me pregunto ¡qué se esconde dentro de esa sonrisa risueña!
No hablan , ni una palabra, apenas si se les oyen quejarse del gobierno o dicen "lo que nos está pasando escrito en la biblia", es como una resignación o justificación.
Dentro de la situación tan precaria en que estamos viviendo, porque lo vemos en cada esquina con la pila de basura, cientos de perros sarnosos y también niños arrinconados que decidieron vivir en la calles como si ellos fueran mayores de edad y que nadie hace nada, en los ancianos llorando por no poder comprar alimentos a precios razonables y en la gente de mediana edad buscando dinero efectivo vendiendo las pertenencias personales a pesar de tener un trabajo fijo (que prefieren ser bachaquero porque le gana más o se van a la minas o están haciendo lo posible para marcharse al extranjero) y en los jóvenes los más fuertes unos pocos tratando de tener un título o irse del país al graduarse; y la otra mayoría (los que no tienen nada) planificando como robar (no hay fuente de trabajo que valga la pena para ganar dinero limpio como dicen ellos).
Nos acostumbramos a mirar y vivir en carne propia tanta dificultad, aún sabiendo que hay un grupo muy cerrado que se roba y hace desastre con el país. Observando que viven como reyes, con tanto majares, viajes y disfrutando de la vida con las riquezas del país, con el dinero que deberían invertir en los hospitales para que no muero un niño con cáncer o con paludismo, para la pensión de un anciano o generar empleo.
Y así el país sigue adelante día tras día, en una lucha constante porque ya nos acostumbramos.
Escribe Hogareña